En todos los cupos exiten las abuelas. Dentro de ese grupo se encuentran las abuelas-pelotas: esas abuelas que entran en la consulta, te miran de arriba abajo y tras una pausa de 2 milisegundos te espetan un «¡Uy! ¡Qué jovencita y qué guapa!» Ese es el primer lance de la abuela-pelota, que en sus adentros están pensando «¡¡Muaaaa-ja-ja-ja!! Ésta es una pasante que no tiene ni idea de quién soy yo. ¡Le voy a sacar hasta el tuétano!«
Después de una corta trayectoria profesional, a las abuelas-pelota se las empieza a ver venir y ya tienes automatizada la respuesta: «¡Uy señora! Ojalá y me lo sigan diciendo muchos años, que las apariencias engañan…» Primer intento: desvío su atención hacia si realmente soy tan joven o simplemente lo parezco. Inútil, lo sé, pero lo intento…
– ¿Y el dortó? ¿No ha venido hoy? ¿Está malo?
Aquí hay una variante de respuestas según el caso, que siempre termina con un «pero aquí estoy yo. ¿Qué se le ofrece María?«
– Venía a renovar la tarjeta, señorita.
Insertamos la tarjeta en la ranura, ojeamos los problemas activos, las últimas consultas… Vamos a ponernos en situación, que María viene por la tarjeta, pero seguro que pregunta algo… por si obtiene una respuesta distinta a la habitual.
– Perdón, ¿Señora o señorita? Siendo tan guapa seguro que por lo menos tienes novio…
Sonrío agradeciendo el piropo y preparándome para el segundo envite… Le doy a la capsulita (ay, iconitos de Diraya…) y procedo a renovar los fármacos que tiene prescritos María: antihipertensivos, un antidiabético, hipolipemiante, una «pa’ los nervios«…
– Ya de camino ¿No me puede mandar una pomadita pa la rodilla? Es que hace un par de días que me viene doliendo, ¿verdá bonita…? Será el cambio de tiempo… ¡El dortó siempre me lo receta!
Filtro: menos de dos meses. Ahí está la pomadita. Lo receto, no soy yo nadie para negarle su «mantequilla» a nadie.
– Ay, hija, qué guapa que eres. Mira Juan, ¿verdá que tiene una sonrisa muy bonita?
Sigo sonriendo agradecida, lista para dar los últimos clics y terminar con la renovación, pero…
– ¿No me puedes mandar algo pa la espalda? Me está dando una lata últimamente… No me puedo menear. ¿Una cajita de Dolagiá?… Aunque no sé yo si esto es pa que me lo vea un especialista, que con el tiempo que llevo y no se me quita con ná…
María tiene hechas pruebas complementarias que sólo evidencian signos artrósicos propios de su edad. No tiene criterios que indiquen valoración por especialista alguno. Al menos para ser valorada de nuevo, ya fue valorada en su momento y dada de alta para seguimiento en AP.
Pero no acaba ahí la cosa:
– Qué malas noches que estoy pasando… Como me duele tanto, pos no me puedo dormir. ¿No podrías mandarme algo pa dormirme?
– María, si conseguimos quitarle el dolor podrá dormir bien. Tómese el calmante y verá como descansa.
– Bueno hija, pero no es sólo el dolor, también son las preocupaciones. Es que me dan las 2 y estoy como los búhos, con los ojos abiertos y dando vueltas en la cama. Vamos, ¡que me tengo que levantar de la cama pa no despertar a mi marío! Ay, guapa, que no te dejo… Oye, ¿no está ahí el protector? Hace ya casi un año que dejé de tomarlo, pero es que de vez en cuando me vienen unas ardentías… Tanta pastilla no tiene que ser buena, ¿verdá bonita?
– María, ninguna de las pastillas que toma hace daño en el estómago, no tiene por qué tomar protector. Además, ¿otra pastilla quiere tomarse? ¿No me está diciendo que toma muchas?
– Sí, hija, sí. ¡Sí que me tomo bastantes! Pero es que… el estómago lo tengo fatal con tanta pastilla…
Le devuelvo la tarjeta a María, que no tiene indicaciones para recetar un IBP. Ya he terminado de renovar su medicación.
– ¿Ya lo llevo tó?
– Sí, le he renovado sus medicinas para la tensión y el azúcar, la de los nervios y le he puesto la crema y el calmante.
– ¿El protector no?
– Nooo… No le hace falta. Coma cositas suaves y no se acueste recién comida. Si sigue con las molestias del estómago, vuelva por aquí y ya veremos lo que hacemos, ¿de acuerdo?
– Vale, bonita -se despide con carilla de pena- Muchas gracias y ¡que sigas igual de guapa!
–Adios, María, que se mejore.
Yo creo que el summun del placer de la abuela-pelota es llegar a conseguir al menos el 50% de las peticiones que realiza, ya sean farmacológicas, derivaciones o pruebas complementarias. Y si además consiguen sonsacar algún dato de tu vida sentimental, se sentirán las reinas del mambo en la sala de espera el próximo día que te toque pasar consulta.
En el fondo son adorables. Al fin y al cabo no dejan de ser abuelitas 🙂