Demasiadas preguntas…

Que para colmo de males no tienen que ver directamente con la Medicina.

¿Por qué cuando más debería entusiasmarme el ejercicio de mi profesión, con todo el horizonte que se me presenta por delante, me invade este miedo a la frustración?

Todos los días aprendo cosas nuevas y repaso muchas de las almacenadas en la ROM de mi cerebro, pero gran parte de las nuevas no me gustan:

– no me gusta tener que modular mis ganas de ayudar (eso que se supone básico en la vocación del médico, tan importante para un ejercicio saludable -mentalmente- de la profesión) en función de la burocracia.

– no me gusta tener que hacer malabares de gestión que, pienso (como cascarón de huevo que soy y seguramente esté equivocada), no me corresponden.

– no me gusta tener que lidiar con profesionales que están más quemados que la pipa de un indio en todos los estamentos con los que trabajo.

– no me gusta ver que cada vez la gente está más descontenta; tanto pacientes como sanitarios.

– no quiero pensar que terminaré como todos ellos (los profesionales, me refiero).

Será que ando yo también con los ánimos un poco de aquella manera, pero hay muchas cosas que me dan que pensar más allá de la fragilidad del ser humano y el milagro de estar vivos.

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¿Para qué quiero una abuela si tengo pacientes?

En todos los cupos exiten las abuelas. Dentro de ese grupo se encuentran las abuelas-pelotas: esas abuelas que entran en la consulta, te miran de arriba abajo y tras una pausa de 2 milisegundos te espetan un «¡Uy! ¡Qué jovencita y qué guapa!» Ese es el primer lance de la abuela-pelota, que en sus adentros están pensando «¡¡Muaaaa-ja-ja-ja!! Ésta es una pasante que no tiene ni idea de quién soy yo. ¡Le voy a sacar hasta el tuétano!«

Después de una corta trayectoria profesional, a las abuelas-pelota se las empieza a ver venir y ya tienes automatizada la respuesta: «¡Uy señora! Ojalá y me lo sigan diciendo muchos años, que las apariencias engañan…» Primer intento: desvío su atención hacia si realmente soy tan joven o simplemente lo parezco. Inútil, lo sé, pero lo intento…

¿Y el dortó? ¿No ha venido hoy? ¿Está malo?

Aquí hay una variante de respuestas según el caso, que siempre termina con un «pero aquí estoy yo. ¿Qué se le ofrece María?«

Venía a renovar la tarjeta, señorita.

Insertamos la tarjeta en la ranura, ojeamos los problemas activos, las últimas consultas… Vamos a ponernos en situación, que María viene por la tarjeta, pero seguro que pregunta algo… por si obtiene una respuesta distinta a la habitual.

Perdón, ¿Señora o señorita? Siendo tan guapa seguro que por lo menos tienes novio…

Sonrío agradeciendo el piropo y preparándome para el segundo envite… Le doy a la capsulita (ay, iconitos de Diraya…) y procedo a renovar los fármacos que tiene prescritos María: antihipertensivos, un antidiabético, hipolipemiante, una «pa’ los nervios«…

Ya de camino ¿No me puede mandar una pomadita pa la rodilla? Es que hace un par de días que me viene doliendo, ¿verdá bonita…? Será el cambio de tiempo… ¡El dortó siempre me lo receta!

Filtro: menos de dos meses. Ahí está la pomadita. Lo receto, no soy yo nadie para negarle su «mantequilla» a nadie.

Ay, hija, qué guapa que eres. Mira Juan, ¿verdá que tiene una sonrisa muy bonita?

Sigo sonriendo agradecida, lista para dar los últimos clics y terminar con la renovación, pero…

¿No me puedes mandar algo pa la espalda? Me está dando una lata últimamente… No me puedo menear. ¿Una cajita de Dolagiá?… Aunque no sé yo si esto es pa que me lo vea un especialista, que con el tiempo que llevo y no se me quita con ná…

María tiene hechas pruebas complementarias que sólo evidencian signos artrósicos propios de su edad. No tiene criterios que indiquen valoración por especialista alguno. Al menos para ser valorada de nuevo, ya fue valorada en su momento y dada de alta para seguimiento en AP.

Pero no acaba ahí la cosa:

Qué malas noches que estoy pasando… Como me duele tanto, pos no me puedo dormir. ¿No podrías mandarme algo pa dormirme?

María, si conseguimos quitarle el dolor podrá dormir bien. Tómese el calmante y verá como descansa.

Bueno hija, pero no es sólo el dolor, también son las preocupaciones. Es que me dan las 2 y estoy como los búhos, con los ojos abiertos y dando vueltas en la cama. Vamos, ¡que me tengo que levantar de la cama pa no despertar a mi marío! Ay, guapa, que no te dejo… Oye, ¿no está ahí el protector? Hace ya casi un año que dejé de tomarlo, pero es que de vez en cuando me vienen unas ardentías… Tanta pastilla no tiene que ser buena, ¿verdá bonita?

María,  ninguna de las pastillas que toma hace daño en el estómago, no tiene por qué tomar protector. Además, ¿otra pastilla quiere tomarse? ¿No me está diciendo que toma muchas?

Sí, hija, sí.  ¡Sí que me tomo bastantes! Pero es que… el estómago lo tengo fatal con tanta pastilla…

Le devuelvo la tarjeta a María, que no tiene indicaciones para recetar un IBP. Ya he terminado de renovar su medicación.

¿Ya lo llevo tó?

Sí, le he renovado sus medicinas para la tensión y el azúcar, la de los nervios y le he puesto la crema y el calmante.

¿El protector no?

Nooo… No le hace falta. Coma cositas suaves y no se acueste recién comida. Si sigue con las molestias del estómago, vuelva por aquí y ya veremos lo que hacemos, ¿de acuerdo?

Vale, bonita -se despide con carilla de pena- Muchas gracias y ¡que sigas igual de guapa!

Adios, María, que se mejore.

Yo creo que el summun del placer de la abuela-pelota es llegar a conseguir al menos el 50% de las peticiones que realiza, ya sean farmacológicas, derivaciones o pruebas complementarias. Y si además consiguen sonsacar algún dato de tu vida sentimental, se sentirán las reinas del mambo en la sala de espera el próximo día que te toque pasar consulta.

En el fondo son adorables. Al fin y al cabo no dejan de ser abuelitas 🙂

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La Medicina y los Talleres

¿Que no tienen qué ver? Pues depende del cristal con que se mire. Aquí un ejemplo de lo sufrido en propias «cannes»

La semana pasada tuve que llevar el coche al taller. Después de mirarlo me dijeron que la lucecita que se había encendido en el cuadro de mandos podía deberse a dos cosas… En estos momentos pensé yo pa mis adentros «¡Pos valientes mecánicos! ¿Que no saben por qué se enciende la luz? ¿No se supone que eso na más es enchufarle una máquina y ya te dice por dónde anda el fallo? Anda que…»

Las dos cosas a las que podía deberse la dichosa lucecita eran a que el conector del «skdjvnser» estaba desconectado o  bien a que no funcionaba la válvula del EGR. Cuando el recepcionista me dijo esto, yo pensé para mis adentros: «ya está, ya la he cagao… mi padre tenía razón… tenía que haber traído el coche antes…  ya me he quedao sin coche...va a morir, que yo lo sé…»

Como soy así de cotilla y tendente a sabelotodo, no pude evitar preguntarle al buen señor en qué consistían las dos cosas de las que me estaba hablando, pues para mí sonaban a gravedad. El pobre mío, hizo lo mejor posible para que yo lo entendiera, partiendo de la base que presuponía que yo de mecánica ando cortita con sifón -cosa que es cierta- y que no podía dedicarme mucho tiempo -sobretodo si, total, no le iba a entender-. Tras la breve explicación del buen señor, la conclusión a la que llegué es que lo primero es un cable que evalúa la salida de gases del motor y lo segundo es una válvula de recirculación/reciclado de gases. Después de una media sonrisa autocomplaciente por haber llegado a comprender lo que se me presentaba como un complejísimo concepto mecánico, volví a pensar: «Ya está, ¡que me quedo sin coche! Esto es que los gases no circulan bien y el motor ¡va a petar! Voy a estar tan tranquila conduciendo camino al trabajo y me voy a quedar tirada en plena A92 porque el coche me ha pegao un explotío. Mi coche va a morir…»

De nuevo, el buen señor -seguramente viendo cómo cambió mi cara en 0’2 segundos de una media sonrisa al desconcierto- me aclaró: «te lo puedes llevar si no lo puedes dejar para que lo arreglemos ahora. No le va a pasar nada, sólo que ahora mismo el coche contamina más de lo que debiera. Además, tenemos que pedir las piezas porque no las tenemos en en almacén del taller«.

Me fui del taller creyéndome a pies juntillas lo que el buen hombre me expicó, incluida la necesidad de cambiar las piezas por el bien de mi coche y del medio ambiente.

Saliendo con el coche por la puerta del taller me vinieron a la cabeza multitud de analogías con lo que ocurre cada día en la consulta. Por mucho que nos pensamos que sí, la mayoría de las veces no somos capaces de sentir en nuestras propias carnes lo que siente la persona que está «al otro lado»:

– Presuponemos sus conocimientos y capacidad de entendimiento.

– Cuando no se entiende de la materia, de primeras no se entienden las repercusiones y la gravedad de la sintomatología y los hallazgos exploratorios. Tanto por exceso como por defecto.

– Los tecnicismos sólo son entendidos por lo legos como oscurantismo e intento de ocultación de información relevante.

– ¿También los pacientes entienden el diagnóstico diferencial de un proceso como falta de conocimiento o inexperiencia del profesional?

– No somos capaces de explicar de manera eficaz lo que sucede, ya sea por lo previo y/o por falta de tiempo.

¿Realmente el fallo está en el sistema o en la manera que tenemos de relacionarnos con las personas que acuden a la consulta?

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Una carta de amor…

… de amor por lo que uno hace y por lo que está convencido.

No hace falta ser especialista en Comunitaria para darse cuenta de lo que se expresa en esta carta. Hace mil que no actualizo el blog y me parece que ésta es una buena manera de retomarlo -ahora que ya me he decidido, no porque no haya habido otras causas o actividades interesantes que publicitar-.

También yo, quiero sumarme hoy (Día de la Diabetes, por cierto) a la voz de toda la blogosfera sanitaria en defensa de este proyecto. Aquí os dejo la carta abierta que han publicado en su página:

Hola amigos, colaboradores, usuarios y simpatizantes del Proyecto Fresneda. Mi nombre es Valentín Pérez, soy médico de familia y director de gestión del Centro de Salud/Unidad de Gestión Clínica de La Fresneda y he puesto en marcha, inspirado y colaborado en una red social para la promoción de la salud que todos conocéis: Proyecto Fresneda.

Hoy, después de más de 2 años de trabajo, en el que medio centenar de colaboradores hemos dejado 20.000 horas de voluntariado… me invade una profunda tristeza.

Hace 3 días acudí a presentarme a la nueva Gerencia de Atención Primaria de Oviedo para ofrecerles, como a la anterior Administración, mi disponibilidad, mi compromiso y mi colaboración para continuar trabajando, desde nuestro Centro, como lo hemos hecho durante estos años, en el desarrollo de la Gestión Clínica, la mejora de la eficiencia y la calidad asistencial, la actividad docente, la investigación y como no, la salud comunitaria…y me encontré con una de la peores sorpresas de mi vida: esas 20.000 horas, los 500 usuarios, los 8.000 seguidores en las redes sociales, el medio centenar de colaboradores, toda la ilusión, el tejido social y la salud que hemos generado… se convertían, de golpe, en un papel arrugado y listo para tirar a la basura.

La nueva Gerencia planea impedir que se realicen nuestras actividades en el Centro de Salud (20 grupos, en la actualidad, que incluyen alimentación, tabaco, apoyo psicosocial, apoyo para la lactancia materna, taichí, pilates, yoga…) tal como se venían realizando hasta ahora en los últimos dos años, con la excusa de que esas actividades gratuitas lideradas por voluntarios, son impropias de un centro sanitario y de que los profesionales del Centro afirman que trabajarían mejor y más a gusto (?) si no estuviesen.

 Todo ello a pesar de que el Proyecto y, gracias a él, el Centro de Salud de La Fresneda, son conocidos y valorados en toda España, como un ejemplo singular del potencial que tiene la participación comunitaria en la Atención Primaria de Salud.  Y a pesar también, de que esa estrategia esté firmemente sustentada por la evidencia científica y por todos los consensos internacionales, desde la Conferencia de Alma Ata sobre Atención Primaria (OMS, 1978), la Carta de Otawa sobre Promoción de la Salud (OMS, 1986) hasta la Declaración de Adelaida sobre la estrategia de Salud en Todas las Políticas (OMS, 2010).

En esta incomprensible situación, nadie parece dirigir la mirada hacia vosotros: voluntarios y usuarios de las actividades, seguidores de nuestra red social, profesionales sanitarios comprometidos con la salud comunitaria… ciudadanos, en fin, a los que os importa la salud de la gente.

Nadie parece preguntarse cómo os afectaría el cierre del Proyecto Fresneda a vosotros, usuarios.

Nadie se pregunta qué opinarán los ciudadanos que sostienen con sus impuestos el SESPA,  cuando vean desaparecer un verdadero espacio de salud  (esa salud que no solo requiere asistencia sanitaria sino también espacios de participación, apoyo comunitario y facilitación social para los cambios de estilos de vida…) allí donde, con mucho esfuerzo y sin coste económico ya se había creado.

Creo, con toda sinceridad, que sólo haciendo llegar a nuestra Gerencia, al Servicio de Salud del Principado de Asturias y a la propia sociedad asturiana, vuestras respuestas a esas preguntas, vuestros testimonios, vuestra opinión, podremos conseguir que el Proyecto Fresneda sobreviva… y que otros muchos puedan ponerse en marcha en el futuro.

En cualquier caso, pase lo que pase, debo agradecer a las miles de personas que habéis testimoniado durante estos años, vuestra simpatía, vuestro apoyo, vuestra amistad y vuestra gratitud a nuestra iniciativa. Vuestro aliento ha sido el viento que ha impulsado nuestras velas durante todo este tiempo. Vosotros habéis hecho Proyecto Fresneda. Gracias, de todo corazón.

Si deseáis dirigiros a la Gerencia de Atención Primaria del Área IV (Oviedo) podéis hacerlo en la siguiente dirección de correo electrónico: gerencia.gap4@sespa.princast.es,  o directamente en su sede en la calle Palmira Villa, s/n, Oviedo.

Otra más de las tantas penas a las que sumarnos en el sistema…

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La sexualidad de las patologías

No he podido evitarlo. Me resultó tan curioso que tenía que contarlo. Y es que todo viene derivado de lo mismo…

Cada día soy más consciente de dos cosas:

1.- lo poco y mal que nos explicamos los médicos en la consulta.

2.- el poco tiempo que tenemos para explicarnos estando en consulta.

Será por eso que la gente, además de por muchos otros factores que no hace falta comentar, se explica de esa manera. Bien es cierto que – a veces, o al menos yo- intentamos explicar las cosas usando símiles con las cosas del día a día: alimentos, objetos, situaciones, … Pero esta vez no era el típico: «tengo un bulto como una nuez» o «estoy echando forraje«.

Esta vez fue:

Es que como mi hermana tiene tiroides, pos estoy asustada.

¿Qué le pasa a su hermana?

Que le dijeron que tiene un nódulo en el tiroides. ¡Y a final le ha salío hembra!

O_o ¿Hembra?

Sí, ¡un nódulo hembra!

Perdone, ¿qué es un «nódulo hembra»?

Pues eso fue lo que le dijeron, que era «hembra». Es que le cría. Tenía uno y le salieron más. Y le salen más chiquititos alrededor de vez en cuando.

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Ahora ya sabéis de qué otra manera podéis llamar a un Bocio Multinodular 🙂

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Vergüenza ajena

Al comenzar la residencia, hemos estado haciendo diferentes cursos que intentan iniciarnos en las múltiples materias a tener en cuenta para nuestros próximos años de formación: entresijos burocráticos, recordatorio de patologías y algoritmos diagnóstico-terapéuticos, herramientas informáticas, etc.

Desde mi punto de vista, todos han tenido los dos mismos fallos:

1.- No saber atraer completamente la atención de la gente: ya sea por lo farragoso de la presentación, por la obviedad del contenido o por la sensación del inexperto oyente de «a saber pa’qué necesito yo saber esto»

2.- Murmullo demasiado sonoro proveniente del auditorio. Puedo parecer déspota o engreída, pero personalmente me ha parecido que la gran mayoría de mis compañeros de residencia son unos maleducados y poco respetuosos.

Tengo claro que a ninguno de nosotros no apetecía estar toooodos esos días escuchando charla tras charla desde las 9 de la mañana a las 7 de la tarde, pero supongo que tampoco a la mayoría de los ponentes les apetecía dar un curso a un grupo de «imberbes» medicuchos.

Desde pequeña me han enseñado que hay que respetar cuando una persona está hablando y escuchar. O al menos simular que escuchas si lo que está diciendo no te interesa para nada. Como mínimo, guardar silencio para no molestar a los que están prestando atención. Es por eso que no entiendo que en todas y cada una de las charlas hubiese un murmullo generalizado de fondo con risitas incluidas.

Seguramente, a ninguno, si hubiesen estado dando ellos el discurso, les hubiese gustado que lo recibieran de semejante manera en un aula de formación. Mucho menos con las edades y el nivel de «educación» que se supone que tenemos. Además, a pesar de las reiteradas llamadas al silencio de algunos, la gente continuaba con su charla.

Lo peor del caso es que es algo cada vez más común en los diferentes foros a los que una acude, sean del tipo que sea. Y como a mi me parece una falta de educación, tristemente no puedo menos que sentir, eso: vergüenza ajena.

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Sobre artistas de cualquier arte (Dedicada a @Abreaun y algunxs otrxs)

Me contaba mi madre que a mi abuelo le gustaban mucho los trabajos manuales y, en especial, tallar madera. Una manera de expresar su arte era tallarle accesorios para su casa de muñecas. Dedicaba mucho tiempo y esmero en hacer todas y cada una de las piezas que diseñaba para la pequeña casita de mi madre.

Un día, intrigada por el perfeccionismo de mi abuelo -factor que retrasaba la decoración de su coqueta casa- le preguntó:

Papá, ¿por qué tardas tanto en terminar cada pieza de la casa? ¡Si ya está hecha!

A lo que mi abuelo respondió:

Cuando alguien ve algo que le parece bonito y le gusta, no pregunta cuánto han tardado en hacerlo, sino quién lo ha hecho -resaltándole el valor de la tarea bien hecha.

Y tenía razón. Por poner un ejemplo, creo que poca gente sabrá cuánto tiempo tardó en edificarse la Torre Eiffel, pero todo el mundo sabe quién la diseñó.

Es lo que pasa con un buen profesional: nadie se va a preguntar cuánto tiempo tardó en acabar la carrera, sacarse unas oposiciones o las horas que dedicó al estudio de la materia a la que se dedique. Lo que la gente valorará será la calidad humana y profesional de esa persona, independientemente de los años que tardó en adquirirla.

Una vez un amigo me dijo: «Si encuentras un camino sin obstáculos, quizá no te lleve a ningún sitio«. Éste es un mensaje que procuro tener siempre presente. Además, ¿no hay otro refrán que dice «más vale tarde que nunca«?

Pos’eso, que la vida es un cúmulo de experiencias, y en nuestra carrera no todas -y necesarias también para nuestra profesión- las podemos encontrar en los manuales, los apuntes y las clases.

Así que ¡ale, a sacarle provecho a cada piedra del camino!

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Hablemos un mismo lenguaje

Génesis 11:1-9

 1 En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra.2 Al emigrar al oriente, la gente encontró una llanura en la región de Sinar, y allí se asentaron.3 Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos, y a cocerlos al fuego.» Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla.4 Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra.»
5 Pero el Señor bajó para observar la ciudad y la torre que los *hombres estaban construyendo,6 y se dijo: «Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr.7 Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos.»
8 De esta manera el Señor los dispersó desde allí por toda la tierra, y por lo tanto dejaron de construir la ciudad.9 Por eso a la ciudad se le llamó Babel, porque fue allí donde el Señor confundió el idioma de toda la gente de la tierra, y de donde los dispersó por todo el mundo.

Y es por esto que os dedico esta canción. El que tenga oidos, que oiga 😉

http://www.goear.com/listenwin.php?v=bad706e

Nota: Lo siento, pero entre que tengo prisa y soy una penca, no sé enlazar la canción de otra manera.

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Primero días de residencia

Entrada corta, sólo como memorando.

Llevamos sólo escasos 4 días de actividad con fin de semana por medio, pero yo no sé si es por la euforia acumulada día tras día o la vida cómoda que he llevado estos meses, que estoy «reventaita der’tó» con tanto ir y venir de un sitio a otro.

Mucha información, muchos proyectos, muchas opciones, mucho que leer, mucho de lo que informarse, insitencia en que es poco tiempo (y me lo creo, con 1-2 meses de rotación por servicio tengo que exprimir al máximo cada experiencia), muchas incertidumbres, muchas actividades al mismo tiempo… y pa colmo, por culpa de un chivatazo acerca de mis muy escuetos antecedentes representativos, me ha tocao la china en mi sector ¬¬ Al final -y empiezo a temer que es porque me gusta- estoy metía en tós los charcos.

La cosa es que en el fondo yo sigo teniendo unas ganas enormes de que empiecen ya los «follones» a pesar de toda la sensación (colectiva) de salto al abismo. Es tan apasionante todo lo que imagino por delante…

Ciertamente, he de reconocer -otra vez- que me encanta todo esto que estoy viviendo y puedo confesar que SOY INMENSAMENTE FELIZ 😀

Que me (nos) dure muchos años.

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Ahí hay un hombre que dice «Ay»

En un lugar de la blogosfera, de cuyo nombre no quiero acordarme, vi plasmada una falta de ortografía de esas que no son porque se te ha ido el dedo en el teclado, sino porque tienes, como poco, dudas sobre cuál es su grafía correcta (y estoy siendo benevolente). Un escalofrío me recorrió la espalda de abajo arriba y de arriba abajo.

Será que soy una maniática en lo que a ortografía se refiere, que leo y releo mis entradas antes de publicarlas, pero supongo que todo el mundo le echa al menos una miradita a las suyas y si ve un gallifante por ahí lo corrige ipso-facto.

Publiqué en Twitter mi impresión en aquel momento y recordé un hilo del Foro de la Facultad cuando aún era estudiante: si era lícito suspender a un alumno en un examen por tener faltas de ortografía siendo las respuestas, por lo demás, correctas. Siempre odié estudiar Lengua Española, pero tengo claro que es imprescindible comunicarse de una manera eficaz para ser entendido. En ello influyen, indudablemente, unas correctas redacción y ortografía.

Por lo que he podido investigar, se supone que un alumno no debería pasar la Secundaria si falla en la ortografía, ya que es -por lo que sé- criterio mínimo de evaluación «escribir correcta, ordenadamente y sin faltas». Si hay algún profesor en la sala que lo confirme, por favor.

Ya desde temprano en el instituto se estudia el esquema básico de la comunicación: emisor, receptor, canal, código, mensaje y contexto. Entendiendo por código en un texto escrito la lengua en la que se expresa el mensaje, las faltas de ortografía se convierten en interferencias, en ruido, que impide que el mensaje sea descifrado correctamente por el receptor. En el artículo en ciernes, inmediatamente desvió mi atención del contenido del mensaje.

La comunicación es una habilidad que debe dominar -medianamente- cualquier titulado superior, sobretodo cuando quiere dedicarse entre sus actividades a la divulgación. Es característa de un texto científico-técnico (también se estudia en secundaria) la claridad y la precisión en el lenguaje para evitar confusiones, entrando también aquí la ortografía. No creo que haga falta recordar la diferencia entre vaca y baca como ejemplo básico.

En el caso que me inspiró para escribir este artículo, el autor pertenece a una comunidad con uso habitual de una lengua cooficial y entiendo que el autor mismo utiliza poco el español en su vida cotidiana. De todos modos, no creo que eso sea una excusa para, cuando utiliza el español, escribirlo con faltas.

Después de esta perorata, no me queda más que pediros que si alguna vez encontráis uno de esos gallifantes de los que os hablo en uno de mis artículos me lo hagáis saber a la mayor brevedad posible. Gracias.

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